Refugiarse en el trabajo no borra una adicción

Hay personas que llegan puntuales, cumplen con todo y no se quejan de nada. Personas que, desde fuera, parecen tener la vida bajo control.

Pero no siempre es así. A veces, detrás de esa rutina impecable, hay una batalla que se libra en silencio. Las adicciones no siempre detonan a gritos. A veces se camuflan entre correos respondidos, tareas entregadas y sonrisas de oficina.

Cuando producir es una forma de evitar mirar hacia adentro

Trabajar puede dar estructura. Propósito. Un sentido de normalidad.

Pero también puede convertirse en un refugio para no enfrentar lo que duele. Muchas personas que atraviesan una adicción no detienen su vida laboral. Al contrario: la usan como argumento para negar el problema.

“Estoy rindiendo”, “no estoy mal”, “si tuviera una adicción no podría con esto”. Esas frases se repiten más de lo que parece.

Lo que se nota… y lo que no

Con el tiempo, algo cambia. Hay señales pequeñas que aparecen sin pedir permiso:

  • Se aísla más de lo normal
  • Tiene cambios de humor sin motivo
  • Falla en tareas que antes dominaba
  • Se justifica con frecuencia o se muestra irritable
  • Se nota más lejos… aunque esté presente

A veces lo notas en un compañero. Otras, lo reconoces en ti mismo.

No hace falta esperar a que todo se caiga

Detectar a tiempo estos patrones puede marcar una gran diferencia. No se trata de acusar, ni de buscar culpables. Se trata de abrir la conversación antes de que el silencio se convierta en daño.

Una persona con adicción puede seguir trabajando… hasta que no puede más. Y nadie debería tener que llegar al límite para recibir ayuda.

En CIAS entendemos lo que muchos no dicen

No tratamos la adicción al trabajo como diagnóstico. Pero sí acompañamos a quienes viven una adicción mientras siguen “funcionando” en lo laboral.

Nuestro enfoque terapéutico contempla la vida real: la que incluye rutinas, responsabilidades, vínculos. Ayudamos a quienes sostienen todo por fuera y se sienten rotos por dentro.

Porque no se trata solo de dejar de consumir. Se trata de recuperar el equilibrio, la conexión con uno mismo y la libertad de no tener que demostrar nada para estar bien.

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